El Sombrerero

Marcelo Beltrand Opazo



La puerta de la tienda crujió los años que tenía, mientras las campanas que colgaban de ella, terminaban por anunciar al visitante. Este, observó detenidamente aquel lugar de ensueños, reconociéndose un extraño en un mundo nuevo. Detrás del mesón, aguardaba un hombre de estatura mediana, ojos color de mar, y una abundante cabellara blanca, que al levantarse de su silla preguntó al visitante:

- Qué buscas en este lugar...?

El visitante, con las manos en su chaqueta verde botella, y un sombrero de pequeña copa, sólo atinó a responder un par de palabras sueltas:

- Bueno, yo, es decir, busco...
- Ya lo sé. Sé que buscas algo, pero qué? –contestó y preguntó nuevamente el hombre.

Las claraboyas que colgaban en las paredes evocaban aventuras en tiempos pasados y distintas puertas con destinos ignorados, hacían crecer la curiosidad de cualquier visitante. Las campanas de distintos portes daban distintas tonalidades en el ambiente. Junto a un enorme espejo, se observaba un estante de dimensiones insospechadas, en el que vivían toda una familia de payasos y saltimbanquis, marionetas y títeres. Colgando del techo, pequeños avioncitos con aviadores en miniatura observaban desde las alturas los movimientos de los demás habitantes. Una infinidad de botellas de distintas formas y portes y colores se arrimaban en un rincón, como en espera de una espera de botellas. Cientos de metros de cuerda de distintos colores se agrupaban más allá. Cuadros con distintas fotos de perros y gatos cubrían varias paredes. Instrucciones y catálogos sobre una mesa, sillas desvencijadas, un sillón de cuero enorme, baúles antiguos; estantes con libros, atrapa sueños colgando del cielo, móviles para niños... muchas y variadas extrañezas habitaban la tienda del sombrerero.

El hombre se acerco más y después de observar el lugar, tímidamente preguntó nuevamente:

- Busco... tiene sombreros?
- Qué tipo de sombrero buscas? –interrogó con suavidad el anciano.
- Eh, bueno... no se... quisiera ver algunos?

Al escucharlo, el sombrerero se acercó a un gran baúl y lo abrió, miro al hombre y le pasó un sombrero de ala ancha color cobre, con un pequeño papel que colgaba de la copa. Éste lo tomó y se lo probó, se miró en un pequeño espejo que colgaba de uno de los pilares de la tienda, y preguntó al Sombrerero:

- Qué precio tiene este sombrero?

El Sombrerero lo miró y con una pequeña sonrisa, estiró su brazo y le facilitó otro sombrero. El hombre al no escuchar una respuesta, tomo el otro sombrero al que también le colgaba un pequeño papelito y se lo probó, y este también le gustó, y volvió a preguntar el precio del artículo:

- Y este, que precio tiene?
- Qué buscas, que todo te gusta? –interrogó el Sombrerero.
- Bueno, no sé, solo estoy buscando... y éste sombrero, el que tengo, ya está viejo.
- Si no sabes que quieres ¿porqué me preguntas el precio?
- Es que... bueno...
- Si supieras lo que buscas, no preguntarías por su precio... porque cuando sabes que buscar, no importa el precio, sino lo que buscas, el sueño, lo buscado.

El hombre lo miro atónito y no supo que decir, lentamente dio la vuelta y siguió buscando sin preguntar.

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