EL PLAN

de Marcelo Beltrand Opazo


Veinticuatro horas antes, se miraba al espejo, sin pensar en nada, más que en él, en su rostro, en su pelo. Todo caminaba como lo había planeado, las hojas sobre la mesa, el revolver cargado, todo estaba donde debía estar.
Dieciocho horas antes ya se encontraba frente al cementerio, dispuesto a cumplir lo prometido a su madre. Colocó las flores en las macetas dispuestas junto a la lápida y limpio la loza cuidadosamente. Finalmente, frente a la tumba de sus padres, les explicó, hasta los más mínimos detalles, su plan.
Catorce horas antes, entraba al mejor restaurante de comida francesa y pidió aquellos platos que jamás había probado. Luego, caminó sus pasos, lentamente, sin apuro. Se detuvo frente a la casa de su ex mujer y gritó con todas sus fuerzas, todo lo que jamás le había dicho, de una solo vez, sin interrupciones. Le dijo todo.
Tres horas y media antes de lo planeado, entraba a un motel con la secretaria de su oficina, y sin mediar en promesas y detalles, le hizo el amor sin respiro, sin pasión, a lo largo de las tres horas que le restaban.
Treinta minutos antes de que el plazo se cumpliera, salía del motel y se despedía de ella con un largo beso, y corría calle a bajo, en busca de un taxi.
Tres minutos antes, entraba a su casa, mojado en sudor, se sacaba la camisa, se sentaba en el sillón y tomaba el revolver. Y justo cuando se cumplía la hora, en el mismo momento en que el reloj tocaba las doce del día elegido, en el último segundo de ese minuto, justo, justo, decidía nuevamente, aplazar, la hora de su muerte.

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